jueves, 24 de junio de 2010

Tópicos: ¿Quién soy?

De la tríada que inquieta al hombre ¿quién soy, de dónde vengo, a dónde voy? Hoy me quedo con la primera. El día que empiezas a hacerte esa pregunta, tu vida cambia por completo, para siempre; pues de la respuesta, dependerá el resto de decisiones que tomes y nadie podrá contestarla por ti; es un examen en el que si copias, el examinador lo sabrá porque eres tú mismo y deberías repetirlo.



¿Soy yo y mis circunstancias?



Desde que nacemos, son muchos los cambios que se producen en uno mismo: físicos y mentales. Luego ¿qué es lo que me hace seguir siendo a pesar de los cambios? ¿qué hace que me reconozca en cada momento? ¿qué permanece?



Cuando nací, me faltó oxígeno al nacer: estaba morada y arrugada, tan fea que mis abuelas se reían de mí. En serio. Así de glamurosa fue mi llegada al mundo. Pero pregúntale ahora, a ver si se rie: soy la nieta más guapa del mundo. Inmodestia aparte, lo que quiero decir con esto es que mi cuerpo ha cambiado a lo largo de mi vida: por él mismo o por mi culpa. Me acompaña siempre pero, si algún día me faltase parte de él, yo seguiría ahí. Mi cuerpo no soy yo, es sólo partes de una parte de mí, la que menos perdurará íntegra.



Para cambios a una velocidad de vértigo, los de mi mente. He tenido y tengo tantos pensamientos: diferentes, contradictorios, pasajeros... si fuese mis pensamientos, habría infinidad de YOES. Mis pensamientos forman parte de mi personalidad, pero ésta también cambia y depende de factores externos. Mi personalidad me aporta un patrón de conducta, pero no siempre me he comportado igual.



De acuerdo en que existen circunstancias, pero ¿qué pasa con el YO? Hasta ahora sólo he visto etiquetas que van y vienen, que se pegan y se despegan, pero que no siempre han sido como ahora y sin embargo, yo siempre he sido yo. Sólo son definiciones en un momento o un lugar dado, en unas circunstancias.



Me metí en el berenjenal de este artículo por culpa de o gracias a Mameluco. Él me instó a investigar sobre la diferencia del hombre con el resto de seres vivos. Me dijo que nosotros tenemos conciencia de nosotros mismos, nos preguntamos quiénes somos y somos conscientes de nuestra existencia. Así que debe haber diferentes formas de existir porque existir, existimos todos los seres vivos; pero sólo el hombre y muy pocos animales tienen conciencia de sí mismos.

Me dijo que los animales simplemente están ahí... y ya está; existen sin más. Nosotros buscamos identidades o identificarnos, autodefiniciones, etiquetas que nos catalogan. Pero eso no es SER, eso es ESTAR porque, si las circunstancias cambian, las etiquetas cambian y dejan de formar parte de uno.

Estar en un determinado lugar, con determinadas personas o en un momento determinado, nos hace actuar de una forma determinada: nos colocamos la etiqueta pertinente e interpretamos lo que reza en ella.



Por otro lado, si perdiera la memoria, todo lo vivido hasta ahora ¿seguiría siendo yo? ¿sería una persona nueva? ¿En qué medida influyen las circunstancias en quienes somos?

¿Renacería como una nueva persona o renacería nuevamente YO libre de prejuicios?



¿Nos convierte esto en esclavos de las etiquetas, de las circunstancias? Entonces ¿sólo somos lo que ellas nos impongan? ¿Acaso no existe un YO concreto, un SOY? ¿Sólo existe un ESTOY?



Luego no sé si en lugar de preguntarme ¿quién soy? debería preguntarme ¿soy o estoy?



¿O hay que dejar de estar para empezar a ser?



P.D.: Agradezcon infinitamente ser hispanoparlante. No sé qué habría sido de este artículo sin la diferencia entre los verbos copulativos SER y ESTAR.

martes, 15 de junio de 2010

El Odio es ¿exceso o defecto de Amor Propio?

Como vuelvo a tener inflamado el ganglio que hay detrás de mi oído derecho (a la izquierda del que me mira) por centésima vez este año, desde ayer me estoy perdiendo la Feria de mi pueblo, una de las fiestas que más me gustan: todos alegres y bailando.
Así que anoche, mientras cenaba, la televisión volvió a sorprenderme: Cuatro ponía un programa en el que varios jóvenes "problemáticos" coincidían en una especie de campamento. Al principio pensé que se trataba de un programa de reportajes de aventura porque estaban aprendiendo nociones básicas de escalada, pero cuando escuché el tono y la calidad de los primeros insultos... supe que estaba equivocada.

La descripción de los concursantes:

Bernardo, 20 años. Dedica cuatro horas diarias al cuidado de su cuerpo en el gimnasio y vive enganchado a Internet. Desprecia a sus padres, no soporta que se metan en su vida y sufre frecuentes ataques de ira especialmente contra su padre. Detesta las normas y vive entre botes de proteínas y el ordenador sin colaborar en ninguna de las tareas de la casa.

Gloria, 18 años. De familia acomodada, tiene serios problemas con el alcohol y es capaz de utilizar su cuerpo para poder beber a diario. Esconde las botellas por la casa para beber a escondidas. Acomplejada desde pequeña, le cuesta mucho relacionarse cuando está sobria. Vive con su padre que ya no sabe qué hacer para ayudarla.

Jesús, 19 años
. Los delitos y el consumo de drogas han marcado su vida y ahora está en un callejón sin salida. Después de numerosos robos y atracos las citaciones judiciales le acosan. Odia a su padrastro a pesar de que le cría desde que era un bebé. No soporta que le impongan normas y provoca constantes peleas callejeras.

José Luis, 19 años
. Ha sido un adolescente muy problemático y la edad, lejos de solucionar el conflicto, lo ha acrecentado. Durante sus frecuentes ataques de ira es capaz de cualquier cosa. Intenta hacer el máximo daño posible a sus padres destrozando las cosas que más les importan. A pesar de todo esto, lo que más le duele es que no confíen en él.

Lola, 19 años
. Está obsesionada por su físico, no sale de casa si no está maquillada y arreglada. Sólo le preocupan las fiestas nocturnas y salir con los amigos. Odia a su hermana a la que agrede frecuentemente, en algunos casos con extrema violencia. Su familia reconoce que ella es la que siempre impone las normas de la casa.

Moraima, 20 años
. Hija única, problemática desde adolescente, desata su ira contra su madre a la que nunca respeta. Sufre arrebatos incontrolados de violencia y se ha visto envuelta en numerosas peleas callejeras que la han llevado incluso a tener problemas con la justicia. No duda en cometer delitos si así consigue lo que quiere.

Paco, 20 años
. Después de que su madre le echara de casa por los frecuentes robos, su padre le acogió pero ahora ya está desesperado. Tampoco puede soportar no poder dejar nada de valor sin vigilancia, Paco roba constantemente a su familia y miente cada vez que intentan rendir cuentas con él. No acepta la autoridad de su progenitor y asegura que las malas compañías son su perdición.

Patricia, 20 años
. Es la menor de tres hermanas, es caprichosa y desafiante. Desprecia, maltrata e insulta continuamente a sus padres que ya no saben qué hacer para reconducirla. Sus ataques de ira son habituales y destroza todo lo que se interpone en su camino. Intenta ser constantemente el centro de atención y si no lo consigue, pierde los nervios.

En los diez minutos de programa que vi, no sé cuántas veces trataron de pegarse y los gritos fueron el volumen normal de las conversaciones. Todos exigían respeto para sí pero no lo demostraban para con el resto. ¡Cuánta rabia _iba a decir acumulada, pero lo cierto es que no dejan de manifestarla, así que diré_ generada!

Tu a mí no me gritas. A mí no me grita ni mi madre. Tú qué te has creído. Te voy a reventar la cabeza. Como me señales te mato...

¿Qué pasa en el mundo para que todos nos odiemos tanto? ¿Acaso todo no es mejor cuando "estamos de feria" (Mameluco, no va por ti que sé que no te gusta la Feria) cuando nos olvidamos de lo que nos diferencia y "bailamos juntos"? Ese afán por imponerse, por llevar la razón... si de verdad crees que estás en lo cierto ¿qué más da lo que piense el otro?

martes, 8 de junio de 2010

¿A partir de cuánto?

¿Qué es una vida digna?
¿Cuándo se terminan de cubrir las necesidades propias?

Si yo fuera rico...

La amplísima clase media, a la que la mayoría admitimos pertenecer y cuyos extremos económicos se distancian infinitamente, no parece mostrarse satisfecha: aspira siempre a más. Piensa “ Oh, si yo tuviera...” y si consigue obtener lo deseado, pronto codiciará otra cosa.

A la clase alta le pasa lo mismo, la diferencia está en que siempre consigue su objeto de deseo, cueste lo que cueste.

Así, la clase baja aspira a ser clase media; la media a ser clase alta y la alta a que sólo unos cuantos puedan ser como ellos. Y este es el principio del capitalismo; nada de sueño americano, de oportunidades, ni de libre mercado... lo primordial del capitalismo es que la movilidad social en sentido ascendente parezca posible pero sea sólo privilegio de unos pocos o un sueño hecho realidad fugazmente y que termina en pesadilla.

Luego, se nos olvida que existe otra clase social por debajo de la baja, los que siempre están en crisis. Los que no han perdido nada porque nunca tuvieron nada, los que aspiran a ser clase baja; los que en esta pirámide humana que es la sociedad, no pisan a nadie y son los únicos que tienen los pies en el suelo.



Y ahora me van a permitir que les cuente un cuento .

Había una vez un Viejo Avariento.
Tan viejo que existió desde que el hombre tiene memoria.
Y tan avariento que le puso precio a la vida humana para poder adquirirla.

Ansiaba tanto atesorar, que el miedo a perder su riqueza le llevó a destruir todo lo que no le aportase nuevos bienes. La solidaridad, para él, no era más que un medio para obtener un fin: algo que predicar para que otros practicasen y así no tenrer que desprenderse él de sus posesiones. Llegó a adquirir el dudoso don del rey Midas y a sí mismo se habría convertido en oro si ello no implicase el dejar de ganar dinero.
Durante largo tiempo, se convirtió en la imagen que todos querían ver reflejada en su espejo; pero también los espejos eran propiedad de este viejo y prefirió romperlos antes que compartirlos. Eso sí, recogieron los cristales rotos los que habían sido aspirantes a convertirse en nuestro protagonista.
Pasaba el tiempo y aguerridos príncipes lucharon contra él, primero y se le unieron después. Incluso convenció a las Hadas Madrinas de que no concedieran más deseos que los suyos propios.
Tal llegó a ser su poder, que convenció a Dios para que le sirviera.
Se convirtió en el monstruo más feroz y dañino que jamás haya pisado la Tierra y sin embargo, todos parecían encantados con él; gustosos lo alimentaban, cuidaban y arropaban como al líder más admirado. Luchaban y morían por él; defendían su nombre aun cuando ni lo conocían.
Los pueblos, totalmente desposeídos de la más mínima autonomía, perdían el control de sus vidas bajo el implacable pie que adoraban y esperaban que la mano del viejo les sacase del pozo, pero ésta sólo asía más y más riqueza, más y más poder...
Tanta era la avaricia del viejo, que no sólo le quitó los caramelos a los niños, también su comida y lo poco que pudiera tener cada individuo...

Y el que espere un final feliz, que le ponga nombre al viejo, lo reconozca, lo identifique, lo aparte de su vida y no siga su ejemplo.

... colorín colorado, este cuento, no ha acabado...

sábado, 5 de junio de 2010

El Juicio Final: la batalla decisiva

Desde los mitos antiguos, incluida la civilización sumeria que es la más antigua que se conoce, hasta las religiones más actuales, todos los credos nos hablan de la intervención divina en todo; bien como creador, bien como que las fuerzas de la naturaleza son los dioses que rigen la vida.
En mi opinión la cosa no va mal encaminada. El problema surge cuando se le atribuyen características humanas y encima nos quejamos: dioses caprichosos o humanos a imagen y semejanza de dios. Las leyes naturales no son diferentes a la de los hombres, pero las queremos sólo para nosotros: la humanidad es el centro de la creación y todo es algo personal.
Los sumerios creían que los dioses nos crearon a partir del barro para que fuésemos sus sirvientes; pero los esclavos se rebelaron: mola más jugar a ser dios y creer que cuando agotemos todos los recursos de este mundo, podremos comprarnos o crear otro.
Las leyes naturales no son injustas; son objetivas, imparciales: la ley del más fuerte, le pese a quien le pese. Verlas como algo caprichoso es ignorar lo grandioso de la vida, egocentrismo puro y duro. Quejarse de que las cosas no nos vienen como desearíamos, no es motivo suficiente para desprestigiarlas y mucho menos cuando nos lo hemos buscado o no hemos hecho nada para evitarlo.
Mientras la fuerza abstracta de nuestro cerebro predomine y permita que un animalucho de tres al cuarto domine el planeta _y parte del extranjero_ no hay problema. Pero que no nos toque perder... porque ahí ya la cosa cambia: sólo estamos contentos con esa ley natural si el resultado nos es favorable, de lo contrario, es injusta e incomprensible.
Y como toda ley, la de la vida, también tiene sus atajos. Esto ha permitido al hombre _no diré malo, diré pillo por naturaleza o partidario de la ley del mínimo esfuerzo_ jugar con ventaja. Digamos que, en cierto modo, hemos hecho trampas: mientras todos los seres vivos basan su supervivencia adaptándose al medio, nosotros hemos tirado por el carril de en medio y preferimos adaptar el entorno a nosotros ¿por qué no? Si aquí no hay miseria.
Pero... y siempre suele haber un pero en estos casos, ahora nos pasa factura esa actitud: nos estamos cargando el planeta. Así que somos la especie dominante, lo que no sabemos es hasta cuándo, porque también somos la especie más destructora para con todo, incluidos nosotros mismos.
Tanto si se ve como una evolución natural o como designio divino, el hombre se ha impuesto más de lo que cualquier otro ser vivo o extinto haya logrado jamás. Pero las fuerzas _divinas o naturales_ son más poderosas aún.
Así que, ya sea por castigo divino o porque la naturaleza se nos está rebelando _donde las dan las toman_ , cada día está más cerca el Juicio Final, la batalla decisiva entre el hombre y la Vida.
Yo tengo claro no, clarísimo, quien ganaría o mejor dicho, quien perdería. O se extingue la humanidad como tantas otras especies que fueron dominantes o el hombre extingue la Tierra con todos nosotros dentro.

FIN