sábado, 5 de junio de 2010

El Juicio Final: la batalla decisiva

Desde los mitos antiguos, incluida la civilización sumeria que es la más antigua que se conoce, hasta las religiones más actuales, todos los credos nos hablan de la intervención divina en todo; bien como creador, bien como que las fuerzas de la naturaleza son los dioses que rigen la vida.
En mi opinión la cosa no va mal encaminada. El problema surge cuando se le atribuyen características humanas y encima nos quejamos: dioses caprichosos o humanos a imagen y semejanza de dios. Las leyes naturales no son diferentes a la de los hombres, pero las queremos sólo para nosotros: la humanidad es el centro de la creación y todo es algo personal.
Los sumerios creían que los dioses nos crearon a partir del barro para que fuésemos sus sirvientes; pero los esclavos se rebelaron: mola más jugar a ser dios y creer que cuando agotemos todos los recursos de este mundo, podremos comprarnos o crear otro.
Las leyes naturales no son injustas; son objetivas, imparciales: la ley del más fuerte, le pese a quien le pese. Verlas como algo caprichoso es ignorar lo grandioso de la vida, egocentrismo puro y duro. Quejarse de que las cosas no nos vienen como desearíamos, no es motivo suficiente para desprestigiarlas y mucho menos cuando nos lo hemos buscado o no hemos hecho nada para evitarlo.
Mientras la fuerza abstracta de nuestro cerebro predomine y permita que un animalucho de tres al cuarto domine el planeta _y parte del extranjero_ no hay problema. Pero que no nos toque perder... porque ahí ya la cosa cambia: sólo estamos contentos con esa ley natural si el resultado nos es favorable, de lo contrario, es injusta e incomprensible.
Y como toda ley, la de la vida, también tiene sus atajos. Esto ha permitido al hombre _no diré malo, diré pillo por naturaleza o partidario de la ley del mínimo esfuerzo_ jugar con ventaja. Digamos que, en cierto modo, hemos hecho trampas: mientras todos los seres vivos basan su supervivencia adaptándose al medio, nosotros hemos tirado por el carril de en medio y preferimos adaptar el entorno a nosotros ¿por qué no? Si aquí no hay miseria.
Pero... y siempre suele haber un pero en estos casos, ahora nos pasa factura esa actitud: nos estamos cargando el planeta. Así que somos la especie dominante, lo que no sabemos es hasta cuándo, porque también somos la especie más destructora para con todo, incluidos nosotros mismos.
Tanto si se ve como una evolución natural o como designio divino, el hombre se ha impuesto más de lo que cualquier otro ser vivo o extinto haya logrado jamás. Pero las fuerzas _divinas o naturales_ son más poderosas aún.
Así que, ya sea por castigo divino o porque la naturaleza se nos está rebelando _donde las dan las toman_ , cada día está más cerca el Juicio Final, la batalla decisiva entre el hombre y la Vida.
Yo tengo claro no, clarísimo, quien ganaría o mejor dicho, quien perdería. O se extingue la humanidad como tantas otras especies que fueron dominantes o el hombre extingue la Tierra con todos nosotros dentro.

FIN

6 comentarios:

  1. Solo es posible la primera de las opciones, querida Mazes. El hombre no puede acabar con la Tierra -los de Gaia dirían Madre Tierra- pero yo la llamo punto azul pálido, que es lo que somos en definita.
    El día que el hombre se extinga -llegará tarde o temprano- la biosfera, la atmósfera, el suelo, las aguas, se purificaran en algunas decenas de miles de años como mucho y la vida poblará cada rincón del ancho mundo, hasta que el Sol sea una Gigante Roja y nuestra casa se vea absorbida. Somos tan insignificantes que ni nuestra mierda durará.
    Me gusta eso. Hoy dioses, mañana... mañana nada

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  2. como a cuatro locos les dé por lanzar bombas... ya te diré yo a tí si es posible o no.
    la extinción del hombre me da más igual: yo me extinguiré, tu te extinguirás, todos nos extinguiremos SEGURO.
    pero la vida... jolines, tanto para nada.
    y por supuesto que la Tierra sin nosotros seguiría adelante: la vida abriéndose camino... qué coraje le daría a algunos

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  3. La VIDA siempre prosigue,con el hombre o sin el,o formamos parte del avance o desapareceremos como los dinosaurios.

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  4. querido Carlos, me temo que desapareceremos como los dinosaurios
    pero ya que estamos aquí....

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  5. que no mujer,ya veras como nos llevamos una sorpresa¡¡¡,pero como tu dices ¡ya que estamos ...pues comamos¡¡¡¡

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  6. Carlos, aunque lo parezca, no es pesimismo. de hecho, yo aún sueño con un cuento de final feliz, donde triunfa el amor, la libertad y la felicidad.
    lo que pasa es que veo como la historia se repite una y otra vez en todos los aspectos y no aprendemos.
    ya es como que me aburre y necesito un desahogo: contar el cuento a mi manera para que no me convenzan de participar de un nuevo ciclo cuyo principio y final ya conozco de antemano.

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