sábado, 10 de julio de 2010

El puedo y no quiero

Estamos acostumbrados a usar las palabras de este título en otro orden: quiero y no puedo. Es el lema de la frustración.

Es muy complicado explicar esa sensación de no poder, sentir que tu propio cuerpo o tu propia mente o ambos son tu lastre más pesado, una especie de gran lazo de goma con poca elasticidad que te rodea y te impide avanzar al ritmo deseado. Es como si a cada paso, aumentase el riesgo de que ese elástico te envíe, cual tirachinas, en la dirección contraria hacia la que te diriges.

Es muy cansado, aburrido y desesperante: agotador. Dan ganas de rendirse, de acostumbrarse a convivir con ese tira y afloja o incluso sólo con el afloja. No es que nos unamos al enemigo porque no podamos vencerlo, es que nos convertimos en él.

Y aquí entra el "puedo y no quiero". Porque no se trata de tener que tirar de esa goma, se trata de quitártela de encima ¡Fuera todo lo que te frene, lo que te impida crecer! ¿Quién nos hizo creer que debemos cargar con ella? No se pueden malgastar fuerzas en algo que no te aporta nada y que sólo te desgasta.

Cambiar de estrategia, de dirección o incluso de sentido es necesario si no se alcanza la meta. Aferrarse a cualquier cosa no tiene mucha razón de ser, pero mucho menos hacerlo a algo que te anula. Existe un miedo generalizado al fracaso, a equivocarse, a tener que rectificar... Es un empecinamiento absurdo que convierte tu vida en un castigo.

La vida no tiene por qué ser un valle de lágrimas, ni un examen, ni siquiera un simple "porque sí". La vida puede ser el mayor regalo en sí misma, pero no podemos quedarnos en el envoltorio, hay que agitarla y sopesarla para tratar de adivinar que contine antes de abrirla (aunque no acierte, que más da) y luego, despojarla de lazos y de papel. No puede haber cortapisas, ni reglas en tu contra o en contra de nadie.

Y que nadie piense que no es fácil, eso es ración extra de autoengaño. Es tan fácil que lo obviamos porque, en nuestra lucha contra la vida, aprendemos a olvidar las cosas sencillas y prácticas, las más instintivas.

A ver, pongo un ejemplo. Si ponemos el dedo sobre una llama, evidentemente nos quemará. A partir de ahí tenemos dos opciones: dejar el dedo sobre la llama y seguir sintiendo el dolor que provoca la quemadura o simplemente, retirarlo. La elección no parece muy complicada. Entonces ¿por qué no actuamos siempre así?
No quiero caer en la demagogia y soy consciente de que existen circunstancias y circunstancias. Hay veces en las que es necesario que tu dedo permanezca junto a la llama, pero también es cierto que no tiene que estar sobre ella, donde más duele.
Me explico. Unos padres de familia tienen a sus hijos que dependen de ellos para cubrir necesidades básicas y lógicamente, no dejarían un trabajo por miserable que fuese éste, sin tener otro medio de alimentar a su prole. Pero como he dicho antes, no hay que poner el dedo justo sobre la llama, se puede poner al lado y no quema tanto, no hace falta regodearse en el dolor.

Y no nos engañemos, de todos modos habrá cosas externas que nos harán pupita de la buena. Pero se pasa y es eso precisamente lo que hay que hacer: pasar y querer seguir adelante porque no es que "si quieres puedes", es que "solamente si quieres, puedes"

8 comentarios:

  1. Comentario rápido*: Para poder sentir bienestar tiene que existir dolor; dualidades; vida-muerte, pijo-cani, guapo-feo,rico-pobre.
    La vida misma. Las pruebas con gaseosas, acerca una servilleta de papel a una llama, verás lo que pasa.
    No seas tonto, no metas la mano. Que te quemas. Ya lo hizo antes otro. ¿Nadie aprende con cabeza de otro?.
    La vida misma.
    Salu2. A______a

    *Esto merece un comentario largo, como la vida de los dictadores.

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  2. Cierto es Diego Luis, que nadie aprende con cabeza ajena. Lo malo es cuando uno no aprende ni con cabeza propia: quemarse una y otra vez, pero no quitar nunca la mano.
    Y si tiene que existir el dolor para que exista el bienestar, yo digo como el otro: sí, pero poco: cuanto menos mejor y si puedo evitarlo... él en su casa y yo en la mía.

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  3. "Habemos" que de tanto evitar el dolor nos pegamos con los cantos de las mesas y los muebles, jajaja... bueno, eso también puede ser una cuestión de masa.
    Lo cierto es que si somos medianamente sensatos nos conocemos a nosotros mismos y optaremos por el sufrimiento menor, no tocar la llama, no pensar en tal o cual cosa o hacer cosas calmantes (aparte de tomar calmantes, jijiji), en mi caso leer y escribir y hacer el tonto .

    Pero si tienes la cabeza hecha un lío no puedes elegir, solo sufrir. Una vez sufrido el dolor o se te pasa o te amoldas, o las dos cosas.

    Pero claro, eso es estrictamente personal y en estas cosas existen tantas verdades como personas. Pero que cada uno sea su Dios y acepte y cargue con su libertad. Su libertad para hacer lo que quiera. Incluso quejarse. :)

    O autodestruirse.

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  4. cuando tienes la cabeza hecha un lío y sólo puedes sufrir, querido Mameluco, es cuando "quieres y no puedes" y yo lo achaco a enfermedades y cosas de causa mayor: las pupitas de las buenas.
    pero en condiciones estándar (bueno y como excepción,en tu caso: que le echas más fuerza de voluntad de la que cualquier mortal podría en igualdad de condiciones)"si quieres, puedes".
    otra cosa, es no querer.
    por eso cada cual es libre de elegir. no hay que confundir derechos con obligaciones.
    por ejemplo, se puede tener derecho a quejarse, pero no hay por qué hacerlo todo el tiempo.
    se puede ser feliz, pero no creo que la inacción y la queja sean el camino más acertado para conseguirla.
    cuando la felicidad es una meta, tienes que ganártela como se aprueban unas oposiciones: al principio es un coñazo levantarse cada día a estudiar, saber que competirás con personas que puede que estén mejor preparadas que tú, nervios, estrés, cansancio y nadie te garantiza que tu esfuerzo se vaya a ver recompensado.
    pero cuando por fin tienes tu plaza... todo lo sufrido se convierte en una anécdota más.
    y no he visto a nadie que sin estudiar y sólo a base de quejas hayan sacado su plaza (sin alto voltaje, por supuesto)

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  5. Pero a base de quejas todos, te lo puedo asegurar... debería ver un Gran Hermano academico (de Academia de Oposiciones). Yo no me quejaba nada pero había algunos que ufffff, todo el rato.

    No, cuando has alcanzado la meta no son anécdotas. Casi toda mi carrera es una cicatriz supurante que hace que no olvide nunca lo que cuestan las cosas. Hoy más que nunca. Lo que pasa es que solo se cuenta lo divertido.

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  6. ya nos reiremos, ya verás. tengo el secreto y lo voy a patentar
    ¿o es que también vas a perder el sentido del humor?

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  7. muy bonita reflexión creo que es cierto como la vida misma.

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  8. hola hada del sur, bienvenida al Olimpo

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