martes, 9 de noviembre de 2010

El Ser Creativo XIII. Del Big Bang al Paraíso

Probablemente la triada más polémica de todo el Congreso:

Ingrid Mattson, presidenta de la sociedad islámica norteamericana, habló sobre el significado que para ella tiene la vestimenta propia de su religión. Ella ve su atuendo como una forma de exteriorizar su fe igual que alguien interesado por el hip hop luce una gorra y camiseta con pantalón anchos. Nos mostró la imagen de una musulmana ataviada con altos zapatos de tacón, pañuelo y varios complementos femeninos para argumentar como cada cultura interpreta la ropa de un modo diferente y cada cual lleva lo que le hace sentir cómodo. Para ella, el problema surge cuando se utiliza un símbolo para fomentar el miedo.

Para mí, básicamente vino a justificar el uso del pañuelo y yo no lo veo mal siempre y cuando se utilice de forma voluntaria. Pero la realidad es que una cosa históricamente útil en según que localizaciones desérticas donde nació el uso de esta prenda como medida protectora del sol y de la arena, se ha convertido en una demostración de fe que, en algunos lugares, pasa a ser obligatoria. Y desde mi punto de vista, estas manifestaciones deberían ser decisiones privadas de cada cual y no imposiciones.

Pero claro, esto es mi opinión, que se hace extensible a otros símbolos tangibles religiosos. Me cuesta comprender, aunque respeto, que se aborde la espiritualidad desde el materialismo o desde el absurdo de prohibir cosas intrínsecas a la propia naturaleza del hombre como la restricción de cierto tipo de comidas "impuras". Según los propios preceptos de las distintas confesiones, Dios creó al hombre omnívoro y francamente, no creo que el ayuno sea una forma coherente de demostrar el amor.


Corinne Maier, ensayista autora del libro Cuarenta razones para no tener hijos, defendió una postura contraria al actual modelo familiar basado en la descendencia. Asegura que los niños son vistos como consumidores potenciales que refuerzan el capitalismo de los países desarrollados y por ello los gobiernos, alentados por las grandes empresas, potencian la natalidad. Afirmó que si el problema real es obtener un mayor número de contribuyentes, la solución podría estar en una inmigración bien regulada.

En un plano menos económico, habló de lo que un hijo supone para un matrimonio: pérdida total de la identidad como persona y un miedo constante a traumatizar a su prole. Dejó caer frases como "un hijo es un artículo de lujo" o "¿qué pasa si de mayor tienen que ir a un psiquiatra?" acusando a quienes forman una familia de estar propiciando la superpoblación que destruye el planeta, textualmente dijo: "cada bebé que viene al mundo es un desastre ecológico".

Esta madre comienza su libro con la frase "Algunos días me arrepiento de haber tenido hijos" y está convencida de que "Hay mujeres que no se atreven a decir que no quieren tener hijos, porque son tachadas de egoístas, de individualistas y de anarquistas. Si no quieres tener hijos te tienes que enfrentar al miedo de creer que te has perdido algo importante. Lo cierto es que las mujeres con hijos ocupan puestos mal pagados y lo cierto también es que cuanto más alto es tu puesto a menos idiotas aguantas".

Lo cierto es que, a pesar de sus polémicas palabras, ella tiene hijos y aunque a mí me resultaría chocante oirle a mi madre decir lo que ella (preferiría expresiones como ¡hoy me tienes hasta el moño!) comprendo que lo que defiende es un derecho que no todo el mundo tiene tan claro o ve con normalidad y es el que tienen las mujeres a no ser vistas sólo como biberones en potencia.


El rabino ortodoxo y conferenciante, Shmuley Boteach demostró ser todo un showman de los debates televisivos norteamericanos. Comenzó con varios chistes que fueron graciosos al principio y de mal gusto conforme se adentró en una ponencia basada en desprestigiar a Maier. Sinceramente, creo que si hubiese limitado a exponer su postura, lo habría hecho mucho mejor.

Habló del respeto pero sus continuas alusiones burlescas a su compañera de escenario no lo hacían creíble y dedendió que el principal problema de las religiones surge de su radicalización y de su intromisión en la política. Explicó que, en el judaísmo, el bien se sitúa en en punto medio y el mal en los extremos.

Adornó su discurso con perlas como "las mujeres tapaditas están más sexys". No sé, me habría gustado escuchar cosas más interesantes.


Al debate, invitaron al premio nobel Mario Molina que, para mi gusto, fue el único que puso algo de cordura al sintentido que se volvió la tertulia. Fue un espectáculo, eso sí, ver a Shmuley tratar de entrometerse en la vida privada de Maier y las únicas conclusiones provechosas que sacaron fueron: el uno que la religión sin la ciencia está ciega y la ciencia sin la religión está vacía y la otra, que los hijos se han convertido en sustitutos de la religión, algo donde depositar esperanzas.

Y esto es todo por hoy, que ustedes lo reflexionen bien y dejen constancia.

3 comentarios:

  1. Cuanta carnaza! Por opinar que no quede! Es gratis! Pero no veo yo el tema de las emociones demasiado claro en esta mesa redonda. Está muy bien el análisis racional-socio-politico-económico-religioso-cultural, pero que digo yo que cada persona es un mundo y noto cierta tendencia a la generalidad en las tres posturas que nos cuentas hoy. Gracias Mazes por el curro diario de contarnos las ponencias. Un beso

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  2. Yo esperaba más de un tema como el que trataban,pero en fin, al final fue lo que anuciaban los categóricos: una musulmana light, una atea rebelde y un rabino chistoso, así, en plan chiste. Ninguno planteó argumentos de consenso y a pesar de que hablaban de tolerancia, su orgullo les llevó a la radicalización. En definitiva, todo un ejemplo de como va el mundo: cada uno a lo suyo.

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